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El interés de investigadores e historiadores por el movimiento cristiano de peregrinación en la Edad Media aumentó con el estudio de lo que se conoce como literatura de viajes de "peregrinación descriptiva", a través de la cual el peregrino describe su paso por Tierra Santa. Estos escritos se distinguieron por su lenguaje religioso que explica la santidad del lugar y su importancia espiritual. Estos escritos eran escritos en papiro por el propio peregrino o por quien lo acompañaba. Sirven como libro o guía para todo peregrino cristiano en épocas posteriores. El estilo de escritura difería de un peregrino a otro según su cultura literaria y estatus social.
El cristianismo adoptó la teoría de la visión espiritual y religiosa de los peregrinos, evidente en los registros de Jerónimo sobre la experiencia de Paulina-Paola-Eustoquia y Santa Silvia y su peregrinación a Tierra Santa en el siglo IV d.C. Debido a que cada peregrino era único, los registros de sus viajes también lo eran, ya que aquellos registros eran del período en el que escribieron, el lugar sobre el que escribieron y también de los espectadores a los que se dirigieron. Se conectaron con la gente, los eventos y el Dios que representaban.
El testimonio vivo de los lugares santos relacionados con Nuestro Señor Jesucristo es para el peregrino el grado más alto de fe y cercanía con el Señor. Esto se evidencia a través del método narrativo adoptado por Egeria cuando compartió con sus hermanas en la fe (hermanas de la caridad) la imaginación de los lugares sagrados que visitó. La peregrina Egeria creyó en la idea de que el Señor está con ella dondequiera que vaya. Esto fue una fuerte motivación para continuar su difícil camino.
La literatura de peregrinación se divide según el estudio de Ora Lemoir en tres secciones: la primera sección se basa en los escritos del propio peregrino desde su punto de vista o en los escritos de una persona que acompaña al peregrino que escuchó y registró por escrito las declaraciones del peregrino. La segunda sección se basa en el estilo indicativo y bíblico del peregrino al describir los lugares santos. Y, por último, la tercera sección se basa en el uso del peregrino del método de escribir listas cortas de los lugares que visitó.
Los textos de la primera sección llaman la atención de investigadores e historiadores porque hablan de los lugares visitados por el peregrino y su impacto en el lector, incluyendo los escritos de la peregrina Egeria (381-384 d.C.). Estos escritos tenían la forma de mensaje a un grupo de mujeres de su tierra natal, que se creían monjas, ya que utilizaba el estilo periodístico de escribir, siendo ella la primera oradora y analista de los acontecimientos, la viajera feliz que se traslada de un lugar a otro y la que tiene la libertad de escribir lo que quiera.
En cuanto a Jerónimo, sus escritos se basaron en la descripción de la peregrina Paula que hizo de su viaje (385-386 d.C.) a Tierra Santa, que incluía Egipto, valle del Natrón y todo el camino hasta Jerusalén, así como su mudanza y residencia allí hasta su fallecimiento, a través de su carta a su hija Eustoquia, que data del año 404 d.C.
Entre los peregrinos que se apoyaron en la literatura del primer tipo encontramos a San Pedro de Iberia, cuya biografía fue escrita por su alumno, el sacerdote Juan Rufo (476-518 d.C.); el obispo de Pechanza, conocido como Antonio el Mártir; y, el obispo Adomnán (700 d.C.), obispo del Monasterio de Abona, quien se basó en su viaje en los escritos de San Arculfo y del mártir Willibald (724-728 d.C.), quien escribió su biografía antes de la muerte del monje Hogobork, además del predicador Bernardo en el 870 d.C.
Algunos de estos escritos tenían forma de epístolas, como los de Egeria y Jerónimo, y otros tenían forma de autobiografías destinadas a mostrar un capítulo de la vida religiosa y espiritual de un monje, santo o peregrino durante su peregrinaje a Tierra Santa.
En cuanto a la segunda sección de la literatura de peregrinos que describe Tierra Santa, se basó en mencionar al peregrino en sus registros de lugares religiosos y las distancias recorridas, como si fuera una guía para todo peregrino cristiano. Entre los escritores más famosos en este campo se encuentra el peregrino Burdeos y, después de él, Euquerio (434-449 d.C.), obispo de Lyon, Teodosio (530 d.C.), San Epifanio (692 d.C.), que llegó a Tierra Santa en el año 692 d.C. y San Beda (702 d.C.).
A su vez, la tercera sección de la literatura de peregrinos la encontramos en un folleto que describe la peregrinación a Tierra Santa y los lugares de los santos, titulado "Brivarius", en el que el pregrino Adomnán se basó más tarde como guía durante su peregrinaje a Tierra Santa. Un ejemplo de esta sección es también un documento conocido como el "Diario de Bakna'i y los monasterios de Jerusalén", que fue escrito al emperador Carlomagno en el año 808 d.C. Contiene una descripción de las iglesias y monasterios de Jerusalén, además de los nombres de los clérigos y su número en las instituciones religiosas. El valor de este documento se debe a la política de tolerancia religiosa mostrada por los musulmanes durante el reinado de Harun al-Rashid hacia los peregrinos cristianos y las facilidades que se les brindaban, lo que motivó al rey Carlomagno a intercambiar recuerdos con el califa abasí. Este documento se encuentra en la Biblioteca de Basilea en Suiza.
El primer documento escrito fue del peregrino de Burdeos, lo que eclipsa el estilo narrativo de Egeria posteriormente. Sin embargo, los escritos de Burdeos, tal como los describe Hunt, se caracterizaron por el estancamiento narrativo, en contraste con el mensaje edificante y cristianizado de Egeria de un viajero cristiano. Robert Wilkin también describió los escritos de Burdeos como "breves, una narración reductiva, anotando a dónde fue, qué vio, dónde cambiaron los caballos, la distancia recorrida de un lugar a otro, en resumen, el libro no contiene un interés en la teología, ya traslada aleatoriamente de un lugar a otro sin jerarquía de lugar".
Los escritos descriptivos d
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