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La Espiritualidad De La Peregrinación Cristiana

La peregrinación en el Antiguo Testamento iba acompañada de muchas y diversas costumbres. Con la reforma de Josías, se abolieron las celebraciones en las sinagogas locales y la celebración de la Pascua pasó a ser central y unificada. Con el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el culto ha ido más allá de los lugares y templos, para convertirse en culto "en espíritu y en verdad". Sin embargo, esto no impide en absoluto que los lugares que fueron testigos de la historia de la salvación sean lugar de peregrinaje para los cristianos a lo largo de los siglos, pues son considerados meta de contemplación espiritual y fuente de oración que ayuda al creyente en su peregrinaje terrenal hacia la patria celestial.

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La peregrinación en la Biblia


La peregrinación en el Antiguo Testamento iba acompañada de diferentes costumbres, como la "unción con aceite" (Génesis 28, 18), la práctica de purificaciones específicas como lavarse y cambiarse de ropa (Génesis 25:3), o el ofrecimiento de dinero (Génesis 28:20-22). La ofrenda de sacrificios a menudo se asociaba con la peregrinación. En Génesis, por ejemplo, leemos: "Luego ofreció Jacob un sacrificio en el monte, y llamó a sus parientes a comer. Y comieron, y pasaron la noche en el monte” (Génesis 31:54).

Con la reforma de Josías (2 Reyes 23:1-2), se cancelaron las celebraciones en los templos locales y la celebración se convirtió en una gran celebración central en Jerusalén, con motivo de la Pascua. El objetivo de esta reforma no era más que el de unir al pueblo ante su Dios. El Templo de Jerusalén se convirtió en el único templo indiscutible. Con motivo de las principales festividades anuales, acuden al Templo peregrinos de toda Palestina, así como de la diáspora judía.

Los peregrinos solían llegar en grupos al Templo, mientras entonaban salmos. Los salmos de la peregrinación (del Salmo 120 al 134) expresan los sentimientos, la fe y el apego del peregrino a la Casa de Dios y a la Ciudad Santa y, explican el significado de su piedad, como la oración, la postración y la búsqueda de bendición o misericordia y la complacencia de Dios sobre él. El mayor deseo del creyente es la unidad a través de la peregrinación colectiva y una comunión en la oración.

“Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta” (Lucas 2:41-42). Jesús solía subir a Jerusalén en las grandes fiestas a lo largo de su misión. Por ejemplo, leemos en el Evangelio de San Juan: "Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén" (Juan 2:13, y también Juan 5:1). Jesús rechazó la peregrinación falsa sin conexión con el espíritu y la verdad y expulsó a los vendedores del templo.

Cuatro verbos resumen la peregrinación cristiana
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Lánzate

Es un llamamiento a seguir el camino de Abraham. Lánzate: esto exige que el creyente deje su casa, es decir, su estabilidad y suficiencia, para emprender una aventura con el Señor. Abraham se convirtió en padre de creyentes porque respondió al llamamiento del Señor, quien le dijo: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré" (Génesis 21). Abraham creyó la palabra que escuchó y confió en la promesa de Dios para él y caminó. Este es el caso de todo creyente, su lanzamiento es una señal de abandonar la estabilidad y abandonarse a uno mismo. Esta es la peregrinación requerida. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que "la peregrinación nos recuerda nuestro camino en la tierra hacia el cielo”. Es tradicionalmente un tiempo para renovar la oración con fuerza y los templos son, para los peregrinos que buscan sus fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir eclesiásticamente modos cristianos de oración.

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Camina

El peregrino tiene que recorrer una distancia, tomar un camino con varias estaciones y no está exento de peligros y tribulaciones. En su camino, debe prescindir de todo lo innecesario y contar con la bendición de Dios. Esto es similar al viaje del mismo Jesús desde Galilea hacia Jerusalén: lo realizó confiando en su padre, superando todos los obstáculos y tribulaciones. "Entrar en la casa de Dios supone cruzar un umbral, que es símbolo del paso del mundo plagado de pecado al mundo de la vida eterna al que todos los hombres han sido llamados".

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Habita

Dice el Papa Pablo II en su carta peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación: "Los templos no pretenden que el Señor esté presente en un lugar determinado, sino (…) simbolizan que Dios ha habitado entre su pueblo en Jesús y, que María, su madre, está en visita permanente por el mundo". Escuchar la palabra de Jesús y participar en los sacramentos y recordarlos sigue siendo "la puerta de entrada" para residir en Dios y vivir con Él.

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Retorna

La peregrinación es el momento de volver a los orígenes, a los manantiales y el momento de poner los cimientos. Sin embargo, este retorno no significa un alejamiento del tiempo presente, al contrario, se vive en el seno de la vida cotidiana. El camino de "la peregrinación" cristiana devuelve al creyente al corazón de su mundo y de su Iglesia. Por tanto, la peregrinación no es, al fin y al cabo, más que adoptar el mensaje de Jesús y seguir sus pasos para alcanzar el reino de Dios. Este camino de peregrinación lo vive el creyente, hombre y mujer, apoyándose en Cristo resucitado, que refleja paz y fortaleza: "no temáis"; "estoy con vosotros"; "la paz está con vosotros"... Así, los creyentes llevan consigo la misericordia, "el secreto de nuestra salvación".

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Las prácticas de los peregrinos entre el ayer y el hoy

Viajar por Palestina era muy difícil en el pasado: la mayoría de los peregrinos viajaban a pie, ya que solo los ricos tenían animales. Además, las rutas estaban expuestas a diversos peligros, como bandidos y depredadores, así como a la sed y el hambre. Sin embargo, algunos peregrinos no se conformaron con hacer frente a estos peligros, sino que optaron por ayunar durante su peregrinación por un período de entre 15 y 20 días, algunos de ellos se agudizaron y otros llevaban consigo solo un poco de pan y verduras y una pequeña cantidad de dinero. En cuanto a cuando llegaban al lugar de culto, solían ofrecer ofrendas y pasar la noche en oración.

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El significado de la peregrinación cristiana y sus motivos


Con el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el culto ha ido más allá de los lugares y templos, para convertirse en "culto en espíritu y en verdad" (Juan 4:24). Sin embargo, esto no impide que los lugares donde Jesús vivió, enseñó, se crucificó y resucitó adquieran importancia para los creyentes, así como los lugares donde los santos vivieron y dieron testimonio de su fe, los lugares donde se conservan reliquias religiosas o acogen las tumbas de los mártires y santos y los lugares de residencia de los ermitaños.

San Juan Pablo II dice: "Cuando nos movemos con espíritu de oración de un lugar a otro, de una ciudad a otra, en este espacio marcado por la intervención divina, esto no solo nos ayuda a vivir nuestra vida de una manera, sino que también nos da la idea de que un Dios caminó delante de nosotros y nos precedió, y caminó por los caminos del hombre, un Dios que no nos mira desde lo alto, sino que se ha hecho nuestro compañero".

La peregrinación en profundidad sigue siendo una preparación interna y espiritual para el arrepentimiento y esto requiere tres actitudes básicas e integradas para vivirla:

  1. Viajar a un lugar lejano, es decir, al exilio, no es más que un símbolo del abandono por parte del creyente del estado de estabilidad y contentamiento en el que vive, de embarcarse en una nueva aventura con Dios, como sucedió con el profeta Abraham (Génesis 12:1). Su Santidad el Papa Francisco ha añadido un nuevo concepto a esta aventura, que es la vida de misericordia: "La misericordia es el camino que une a Dios con el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de que somos amados para siempre, a pesar de las limitaciones de nuestro pecado".
  2. Mirar la vida terrenal como un exilio, es decir, un lugar lejos del Señor, porque esta tierra no es la casa del verdadero creyente. Esta idea la encontramos en el Antiguo Testamento (por ejemplo: Levítico 19:34-36, Job 19:15 y 31:32, Salmo 38: 13 y Salmo 118: 54). Encontramos la misma idea en el Nuevo Testamento también (2 Corintios 5:6-8, Pedro 11:2 y Hebreos 11:14-15). Los cristianos son participantes de los santos y miembros de la casa del Señor por la fe y la esperanza (Efesios 3:19). Por lo tanto, el cristiano vive en su patria como si fuera un extranjero, ya que considera toda tierra extranjera como su hogar y toda patria una tierra extranjera.
  3. La marcha hacia la Jerusalén celestial, la verdadera patria. Los Padres de la Iglesia ven el éxodo del pueblo del Antiguo Testamento de Egipto y su largo camino hacia la Tierra Prometida como imagen de la peregrinación personal del creyente y del camino de toda la Iglesia hacia la casa del Padre celestial. En esta dirección, San Agustín, en su libro Las Confesiones, habla varias veces del camino del cristiano y de toda la Iglesia hacia el Señor.

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